3. La justicia del hombre y la justicia de Dios

Si fueres justo, ¿qué le darás a él? ¿O qué recibirá de tu mano? Al hombre como tú dañará tu impiedad, y al hijo de hombre aprovechará tu justicia. (Job 35:7-8)


Las personas se esmeran en gran manera por construir un almacén de su justicia, pero dicha justicia no tiene nada que ver con Dios. En el tiempo de Jesús, la gran mayoría de los judíos creía que la mejor forma en que podrían servir a Dios era matando a Jesús.


Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación. Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios.
(Romanos 10:1-3)


Tenían celo de Dios, pero en su fervor, no consideraron la justicia de Dios. Solamente procuraron su propia justicia y no se sujetaron a la justicia de Dios. Al hacer esto, terminaron llevando a cabo acciones que no tenían nada que ver con la justicia de Dios.

Aunque una persona haya asistido a la iglesia por mucho tiempo, o haya tenido ciertos cargos en su iglesia, no significa que Dios esté complacido con él. Si estas fueran las cosas que le complacen a Dios, Él las habría demandado; por lo que, aun si buscan en toda la Biblia, no encontrarán un solo pasaje en el que Dios haga tales peticiones.

La Biblia dice: “No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10). Estas palabras son las que mejor describen la verdadera posición del hombre ante Dios. Por supuesto, a los ojos de las personas, la justicia del hombre parece ser grandiosa, pero a los ojos de Dios, la justicia del hombre solo es como trapo de inmundicia.


Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento. (Isaías 64:6)


Para convertirnos en personas dignas de estar ante Dios, debemos estar vestidos de boda con las vestiduras que Dios nos ha preparado.


Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. (Mateo 22:11-13)


Como pueden ver en este pasaje, cualquier persona que no esté vestido de boda con las vestiduras que Dios provee, no podrá participar en la fiesta de bodas en el cielo. ¿Qué son estos vestidos de boda? Algunas personas se cubren con los vestidos de boda que han hecho para sí mismos y las presumen orgullosamente. Para algunos, estos vestidos pueden ser la confianza que tienen en el hecho de haber asistido a la escuela dominical desde una temprana edad. Para otros, podría ser su orgullo que sienten en el hecho de que comenzaron a asistir a la iglesia cuando aún estaban en el vientre de su madre. Sin embargo, a tales personas Dios dirá: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:23). Los vestidos de boda que realmente Dios ha preparado son la justicia de Dios. La única forma de ir al cielo es siendo revestidos de la justicia de Dios. Veamos el ejemplo de los dos malhechores que fueron crucificados junto a Jesús.


Uno de los dos injuriaba a Jesús, diciendo: “Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros”.

Pero el otro malhechor lo reprendió, diciendo: “¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo”.

Y le rogó a Jesús, diciendo: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”.

A esto le respondió Jesús: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. (Ver Lucas 23:39-43)


Este hombre fue perdonado de sus pecados mientras moría colgado en la cruz. Él nunca había ido a la iglesia para un culto de oración, ni jamás asistió a una reunión de avivamiento; fue salvado en el momento en que su corazón se volvió a Jesús. Estando a las puertas de la muerte, se vistió de boda con las vestiduras que Dios proveyó.


¿Ustedes ya están vestidos de boda?