Hay muchos cristianos que piensan que guardar rigurosamente la ley y los mandamientos que Dios nos ha dado, es el camino que lleva directo al cielo, por lo que hacen un gran esfuerzo para seguir este camino. Sin embargo, sin importar cuánto se esfuerce una persona, no podrá guardar los mandamientos a la perfección.
Supongamos que alguien está utilizando una cadena de hierro para escalar un acantilado. Si esta cadena se rompe, la persona caería al precipicio, pero ¿cuántos eslabones de la cadena tienen que romperse para que esta persona caiga? Bastaría con que se rompiera un solo eslabón.
De la misma manera, si tratan de guardar toda la ley y fallan en un solo punto, todo sería en vano. La Biblia dice: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Santiago 2:10).
Hay un límite en el número de buenas obras que una persona puede hacer. No es posible guardar toda la ley. Entonces, cuando un individuo se encuentra ante las palabras de la ley, se da cuenta de su incapacidad y debilidad.
Hay un versículo en la Biblia que dice: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos” (Mateo 9:12). Fundamentalmente, todo ser humano está enfermo espiritualmente y tiene necesidad de un médico espiritual. Con respecto a la enfermedad espiritual básica que todos padecemos —es decir, la necesidad de deshacernos de nuestros pecados— no podemos depender de nuestras buenas obras. Necesitamos reconocer que no es posible deshacernos de nuestros pecados mediante nuestros propios esfuerzos, y deberíamos dejar de intentarlo. También, necesitamos tener en nuestros corazones el tipo de oración que dice: “Soy un pecador. Perdóname por favor”. Pero, aun así, muchas personas intentan cubrir sus pecados con sus buenas obras.
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9)
Tal como estos versículos nos dicen, la salvación viene por la fe y no como resultado de las obras. No es nuestra propia justicia o las buenas obras lo que nos da el derecho de poder ir al cielo; vamos al cielo por la fe en el poder de la cruz de Jesús. Antes de conocer esta verdad, pensaba que las buenas obras que hacía me ayudarían —aunque sea un poco— para ir al cielo. Me esforzaba mucho por hacer buenas obras, pero luego descubrí que mis pensamientos y los pensamientos de Dios eran completamente diferentes.
Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. (Isaías 55:8-9)
Los pensamientos de Dios están a un nivel diferente al de nuestros pensamientos humanos. Por esta razón se nos pide que nos volvamos a Dios.
Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. (Isaías 55:6-7)
Dentro del corazón del hombre, hay maldad y pecado. Debido a que el origen del pecado se encuentra dentro del hombre, no importa cuantas buenas obras hagamos externamente, no podemos deshacernos de nuestros pecados.
Una vez escuché una historia graciosa acerca de un estudiante de preparatoria que justo había empezado a fumar de un cigarrillo cuando un maestro lo sorprendió. El maestro lo confrontó, pero el estudiante fingió no estar fumando. Sin embargo, cuando abrió su boca para negarlo, el humo salió. El humo que ya había entrado en sus pulmones no tenía otra forma de salir. De la misma manera, sin importar cuánto nos esforcemos por no pecar, debido a que el pecado ya está dentro de nosotros, es inevitable que este salga.
Permítanme hacerles una pregunta. ¿Somos pecadores porque hemos pecado? O ¿pecamos porque somos pecadores? El hombre peca por la sencilla razón de que es un pecador. No es que el hombre se convierta en pecador por haber pecado. Por eso Dios dijo: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová […], el cual será amplio en perdonar” Isaías 55:7. Debido a que los pensamientos de Dios y los pensamientos del hombre son tan diferentes, Dios nos pide que no malinterpretemos este punto.
Hay muchos cristianos que piensan que guardar rigurosamente la ley y los mandamientos que Dios nos ha dado, es el camino que lleva directo al cielo, por lo que hacen un gran esfuerzo para seguir este camino. Sin embargo, sin importar cuánto se esfuerce una persona, no podrá guardar los mandamientos a la perfección.
Supongamos que alguien está utilizando una cadena de hierro para escalar un acantilado. Si esta cadena se rompe, la persona caería al precipicio, pero ¿cuántos eslabones de la cadena tienen que romperse para que esta persona caiga? Bastaría con que se rompiera un solo eslabón.
De la misma manera, si tratan de guardar toda la ley y fallan en un solo punto, todo sería en vano. La Biblia dice: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Santiago 2:10).
Hay un límite en el número de buenas obras que una persona puede hacer. No es posible guardar toda la ley. Entonces, cuando un individuo se encuentra ante las palabras de la ley, se da cuenta de su incapacidad y debilidad.
Hay un versículo en la Biblia que dice: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos” (Mateo 9:12). Fundamentalmente, todo ser humano está enfermo espiritualmente y tiene necesidad de un médico espiritual. Con respecto a la enfermedad espiritual básica que todos padecemos —es decir, la necesidad de deshacernos de nuestros pecados— no podemos depender de nuestras buenas obras. Necesitamos reconocer que no es posible deshacernos de nuestros pecados mediante nuestros propios esfuerzos, y deberíamos dejar de intentarlo. También, necesitamos tener en nuestros corazones el tipo de oración que dice: “Soy un pecador. Perdóname por favor”. Pero, aun así, muchas personas intentan cubrir sus pecados con sus buenas obras.
Tal como estos versículos nos dicen, la salvación viene por la fe y no como resultado de las obras. No es nuestra propia justicia o las buenas obras lo que nos da el derecho de poder ir al cielo; vamos al cielo por la fe en el poder de la cruz de Jesús. Antes de conocer esta verdad, pensaba que las buenas obras que hacía me ayudarían —aunque sea un poco— para ir al cielo. Me esforzaba mucho por hacer buenas obras, pero luego descubrí que mis pensamientos y los pensamientos de Dios eran completamente diferentes.
Los pensamientos de Dios están a un nivel diferente al de nuestros pensamientos humanos. Por esta razón se nos pide que nos volvamos a Dios.
Dentro del corazón del hombre, hay maldad y pecado. Debido a que el origen del pecado se encuentra dentro del hombre, no importa cuantas buenas obras hagamos externamente, no podemos deshacernos de nuestros pecados.
Una vez escuché una historia graciosa acerca de un estudiante de preparatoria que justo había empezado a fumar de un cigarrillo cuando un maestro lo sorprendió. El maestro lo confrontó, pero el estudiante fingió no estar fumando. Sin embargo, cuando abrió su boca para negarlo, el humo salió. El humo que ya había entrado en sus pulmones no tenía otra forma de salir. De la misma manera, sin importar cuánto nos esforcemos por no pecar, debido a que el pecado ya está dentro de nosotros, es inevitable que este salga.
Permítanme hacerles una pregunta. ¿Somos pecadores porque hemos pecado? O ¿pecamos porque somos pecadores? El hombre peca por la sencilla razón de que es un pecador. No es que el hombre se convierta en pecador por haber pecado. Por eso Dios dijo: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová […], el cual será amplio en perdonar” Isaías 55:7. Debido a que los pensamientos de Dios y los pensamientos del hombre son tan diferentes, Dios nos pide que no malinterpretemos este punto.